viernes, 16 de julio de 2010

Estar sin uno mismo

¡Qué complejidad!
Hemos descubierto qué es huir de nosotros mismos, qué es tener miedo de nosotros mismos, qué es avergonzarse de nosotros mismos. Sentir lo insoportable de estar consigo mismo, pero llegar a descubrir que es estar sin uno mismo es darse cuenta, de que uno no sabe o no quiere saber, que hay alguien dentro de uno, al que uno mismo no le tiene confianza porque no es fiable un alguien invisible y silencioso. ¿Pero qué se entiende por invisible: lo que no se ve o lo que no se siente? O, quizás tal vez aquello que no se quiere sentir?
¿Qué es entonces lo que no queremos sentir? ¿Acaso… ese algo posee la verdad de lo que no queremos sentir y... por lo tanto deseamos que no esté más ahí, en ese ahí que no logramos identificar?
¿Qué es exactamente estar sin ese uno mismo?
Sin significa ausencia, particularmente vacio, carencia, falta de algo… ¿ausencia de sí? Desconexión con la realidad de la verdad interior. Por otro lado, Sin también significa esa unión inseparable de lo simultaneo energético que vive en sí mismo, dentro de uno mismo.
Aquella verdad subyacente que no se ve pero se siente. Es ese sentir que no conocemos en la realidad tangible, más logramos conocerlo por sentirlo en esa realidad extraña, sin saber qué es exactamente lo que es.
¿Aparece y desaparece cuando algo o alguien lo estimula desde el afuera? ¿O puede también ser despertado desde el adentro mismo? ¿Podría llegar a ser posible que ese algo busque dentro de nosotros el que lo descubramos? ¿Cómo lo hace? ¿Cómo lo logra? ¿A través del silencio o a través del dolor? Sí, tal vez a través del dolor, pues este nos sumerge en la reflexión. ¿Y qué logra la reflexión? ¿Análisis? ¿Razón? A veces nos damos la razón, y, a veces no. ¿Quizás para darnos cuenta de que ello está ahí o que el ahí es ese ello?
¿Qué es ese ello si es invisible, no tangible? ¿Memoria en movimiento quizás?
Y… ¿si por ser invisible yo no creo en ello?, el no creer en ello generaría el no creer en algo que me habita, algo que reside en mi, y, se establece. ¿Si me habita como un desconocido por y para mí, siendo un extraño, cómo puedo tratar con confianza a un extraño dentro de mí? ¿Cómo confiar en ello? ¿Cómo familiarizarme con ello?
La ciencia, la epistemología dice que ese ello, se denomina mente. ¿Qué es la mente? Pensamientos convertidos en percepciones conceptuales. El pensamiento es una causa. La emoción es una reacción, la sensación es un efecto complejo.
Conceptualizar es intelectualizar. ¿Cómo se conceptualiza lo invisible no tangible? ¿Podemos? Sí, claro, a través de la intelecto. Por eso intelectualizo a ese ello, con un yo, un yo que existe sin existir. ¡Qué complejidad! Sin embargo, en la complejidad reside la simplicidad, total que es simple saber que ese ello lo podemos referenciar como yoes, yoes no tangibles que movilizan nuestros actos, y son esos actos los que construyen o destruyen a nuestro ser.
De la razón a lo abstracto voy con esta mente que conozco, y que también siento que no conozco, o sea, la que por ser conocida es; y por ser desconocida pareciera que no, pero es, porque se siente. Así que, deduzco que todo se manifiesta a través de la sensación.
Y tengo la sensación de que ese ello está sin mí, o, yo estoy sin ello, porque al no ser conocido por mí, estoy sin mí. Estar sin mí es desconocerme.
¿Conocerme me aterroriza, porque conocerme es verme, sin verme; tenerme sin tenerme?
¿Habitarme sin habitarme? Ilusión de mis ilusiones.
¿Cuál es entonces mi opción de vida para conocerme y darme cuenta de que mi ilusión es real, o de que lo real en mí, es ilusión? Como es adentro es afuera y viceversa.
Mi afuera… el otro, los otros y sus actos, como espejos de mi adverso, ellos, son mi anverso.
Si son la posibilidad de ver y reconocer mi adverso, o, reverso, ellos son como yo, yo soy como ellos, son inseparables de mí, yo soy inseparable de ellos, ambos somos uno, uno es ese Ello.
Estar sin ello, es estar sin mí, sin consciencia de mí, estar sin consciencia de mí es, no ser yo, y no ser ese Ello.
Reconocer que se es, ese ello, es lograr ser totalidad.
¿ A qué temer cuando se reconoce en sí mismo que se es totalidad? Sólo gozar de esa plenitud.

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